Uno de ellos, experto en la ley, le tendió una trampa con
esta pregunta: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la
ley?"
—Mateo 22:35–36
En la cultura de hoy tendemos a burlarnos de los abogados y
de los políticos, pero a lo largo de la historia los abogados han revelado
algunas de las cosas más maravillosas sobre Dios que jamás podríamos haber
conocido. Moisés fue el "dador de la ley" y el apóstol Pablo fue un
fariseo. Martín Lutero, el reformador, comenzó su carrera en la escuela de
leyes, como lo hizo el gran evangelista Charles Finney. ¿Qué los hizo tan
formidables? Leían sus Biblias como los abogados que estudian para preparar un
caso, y ponían más fe en que Dios cumpliría su Palabra que en cualquier ley
terrenal. Luego tomaban esas palabras y cargaban la atmósfera de verdad bíblica
la atmósfera que los rodeaba. Cambiaron sus mundos por medio de lo que decían.
Tomo tu Palabra. Por lo que Jesús hizo en la cruz, sé que
soy un hijo de Dios y que estoy sentado en los lugares celestiales en Cristo.
Tú no retienes las cosas buenas de quienes andamos en integridad, de manera que
te confío mis caminos a ti. Padre, te pido que me guíes por sendas de justicia
y hagas que mis días por venir sean mejores que los anteriores. En el nombre de
Jesús, amén. Dios le bendiga Casa creación.
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