El que es de Dios, las palabras de Dios oye.
—Juan 8:47
La oración es, ante todo, una forma esencial de abrir la
comunicación con la sala del trono de Dios. Probablemente hayas escuchado esto
antes, pero tengo la esperanza de que lo veas bajo una luz más plena. La
oración no es un soliloquio sino un diálogo. Si no es una comunicación a doble
vía, no es oración: no que Dios no nos oiga, pero si no estamos abiertos y
somos lo suficientemente pacientes para recibir las respuestas y estrategias
que Él nos envía, entonces ¿para qué lo consultamos?
Padre, vengo ante ti y escucho tu voz. Abre mis oídos
espirituales para que oiga con claridad. Crea en mí un corazón que sea
receptivo a las cosas del espíritu. Libera descargas celestiales que me den hoy
discernimiento profético y dirección. Declaro que tú tienes acceso libre y sin
obstáculos a mi mente y a mi espíritu. Gracias por ser un Dios que escucha y
contesta la oración. Gracias por renovar mis fuerzas durante el tiempo que paso
en tu presencia. En el nombre de Jesús, amén. Dios le bendiga.
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